Desde Iquitos a la Selva

Nos encontramos en Chachapoyas, en el corazón de la Sierra norte, después de haber volado desde Iquitos a Tarapoto, tomar un bus durante nueve horas hasta Pedro Ruíz y compartir un taxi colectivo durante una hora hasta llegar a esta impresionante ciudad. Pero aún no tenemos nada que contar de aquí así que primero os vamos a relatar la fantástica aventura que hemos vivido en la selva amázonica durante los pasados cinco días:


Nada más llegar a Iquitos fuimos "asaltados" por un motocarrista que nos indicó un albergue para mochileros con un precio muy razonable por lo que decidimos pasar ahí la noche y dedicar el día siguiente para conocer la ciudad y comprobar los precios de diferentes expediciones a la selva. El estar alojados ahí nos sirvió para conocer experiencias de más viajantes y de darnos ganas de conocer un montón de sitios que tenemos anotados.

Habiendo dormido muy bien y después de comprobar varias agencias optamos por la que regenta la propia dueña del albergue donde nos hospedamos ofreciéndonos un buen precio para nosotros dos y para Boris, un francés muy simpático que también estaba hospedado y con el que al día siguiente por la mañana tomamos rumbo a la jungla. No había más acompañantes que él y el guía Wilson.



El primer transporte para salir de la ciudad fue un bus hasta Nauta, única localidad que está unida a Iquitos por carretera. Allí tomamos un bote para volver a nuestro ya conocido río Ucayali y ver delfines rosas en su cruze con el Amazonas. Después de navegar en un segundo bote nos adentramos en la selva y nos instalamos en el campamento base que sería nuestro hogar durante los próximos días. Unas cabañas protegidas con mallas para evitar mosquitos, sin luz eléctrica, con bastante encanto y bichos, muchos bichos.

A partir de aquí disfrutamos de un "programa" de actividades variado, remando en canoa viendo un montón de aves como el colibrí, Martín Pescador, gavilán, halcón, águila, garzas, tucanes, loros y un buen etcétera. Caminamos por la selva descubriendo las propiedades medicinales de varios tipos de árboles y viendo diferentes tipos de hormigas, anfibios y demás amiguitos como el oso perezoso o una rata de medio metro.¡Incluso unos monos saltaron de un arbol a nuestro lado y le pasaron por debajo de las piernas a Boris!.

Una de las noches la pasamos fuera del campamento después de remar durante tres horas, durmiendo en la rivera del río, eso si, protegidos por mosquiteras y con un plástico para la lluvia.De allí pudimos hacer otra caminata por la frondosísima selva y ver más monos y un lago completamente cubierto por nenúfares.

Otra actividad fue el pescar pirañas en otro lago con muchas plantas acuáticas. Si si, habéis leido bien. A mi no se me dió bien y no pesqué ni una bota vieja, pero Juan se pescó dos pirañas con los dientes chungos y por la noche se las zampó tan ricamente. Tengo que reconocer que probé un poquito y que el pescado más fresco del mundo en ese momento no supo tan mal.



En ese mismo lago nuestro guía atrapó un caimán que no nos comimos y no sufrió para poder acariciarlo y hacernos la foto de rigor, ¡que bien me cae este bicho!.

Desde luego, estos días nos han servido como terapia para superar algo de fobia a las arañas teniendo que convivir con algunas del tamaño de una mano pequeña abierta. Incluso la última noche nos topamos con una tarántula mortal que rapidamente fue domesticada por el guía y con la que jugamos un ratito. Increíble.

Pasamos a la siguiente etapa muy satisfechos de la experiencia, borrachos de naturaleza y, todo hay que decirlo, un poco cansados de tanto bicho.

Ahora nos vamos a dedicar a descubrir la grandeza de la sierra, estableciéndonos un par de días más en esta ciudad donde estamos con tan sugerente nombre. Más noticias en cuanto tengamos otro ratito. Muchos besos aventureros.